martes, 15 de septiembre de 2009

TOMÁS DAVID VASQUEZ TANTALEAN: EL NIÑO, EL HUÉRFANO Y EL YANQUI

I

Huérfano exiliado en el desierto
Peregrino errante sin sendero
Llagada alma con el fuego del holocausto
Al escuchar el clamor del infausto
En mi casa, mi padre lo acogió
Le dio una sonrisa y un hogar
Donde vivir, y de amor lo vistió
Y me dijo aquél es tu nuevo hermano
Mas el demonio de los celos dictó a mis manos
Escribir en el rostro del inquilino: una ofensa
Mientras aquél sólo callaba de vergüenza
Y de sus lágrimas bebía.

El tiempo rápido corrió
Como un río caudaloso
El huérfano sentado en la orilla
Bebiendo de la ira, silencioso
Mutó en un ser infernal y resentido.
Entonces despertó mi conciencia
Todo era una cruel falacia
Mi padre jamás fue mi padre
Sólo un yanqui disfrazado
Falso protector de desamparados
Marioneta de sus más bajos intereses.

El acto filantrópico, fue trampa mortal
Donde los únicos inocentes apresados
Son el huérfano y el niño
Aunque el niño hoy ya no es un niño,
El huérfano hoy ya no es un huérfano,
El niño hoy ya es un hombre
Y el huérfano hoy es bestia infernal
Con seudas ideologías, instruido.
Lacayo del yanqui, que no es padre.

II

Los ojos de la bestia son negros, tan negros
Como las más escalofriantes tinieblas,
Me miran y mis entrañas se hunden
En el más terrorífico de los miedos.
Y con sus alas de murciélago amenazante,
Voló a los cielos para vomitar
Su aliento nocivo cual humo abrasador
Que ha quemado mi ropa,
ha calcinado mi piel,
Mis poros, mis órganos y mi sangre.
Ha masacrado a mis hijos, a sus esposas,
Y a los hijos de sus hijos.


Maquiavélica bestia indolente
Has caído en pecado de gula
Hambriento ¿Acaso no comiste en mi mesa?
Que ahora tragas vidas
Y defecas excrementos de muerte,
Putrefactos olores de dolor y desolación.

En tus alevosos actos vengativos
Dices que yo fui el que te hirió primero
Destruyes mi casa alegando
Que ahí construirás la tuya
¡GENOCIDA! Porque en tus manos ha fenecido
Hasta la última hormiga inocente
Que en mi morada habitaba.

III

Hoy la muerte ha danzado su macabro baile
Al son de centellas homicidas,
Y con su guadaña ha mutilado
Las almas de los cuerpos
Dejando su indeleble marca
En la frente de los cadáveres.
Y en el aterrador paisaje destruido
Sólo deambulan los espectros de sus recuerdos.

Y mis vecinos no dicen nada
Sólo miran, musitan y miran,
Son simples espectadores
Que se lavan las manos como Pilato,
Situados en la tribuna de la indiferencia.
Y los buitres yanquis carroñeros
En las otras butacas atentos contemplan
La lúgubre marcha de la parca,
Para luego contar sus ganancias.

Mis piernas están cercenadas
Mis órganos destrozados
Mi mente perturbada
Mi alma agoniza
Y aún, aún mi corazón grita,
Grita, en su último palpitar
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!
(DAVARE)

TOMÁS DAVID VASQUEZ TANTALEAN

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