sábado, 5 de septiembre de 2009

MARÍA ALEJANDRA SALOMÉ CHU CASTILLO: SUEÑOS

Había una vez una niña llamada Alexa de apenas 8 años de edad, de cabellos oscuros y tez canela. Tenía una personalidad muy compleja: dócil en ciertas oportunidades y en otras reacia y desconfiada de la gente. Daba la impresión de ser valiente y decidida para enfrentar situaciones difíciles, sin embargo, se escondía una niña temerosa.
Aprendió de su madre la valentía y perseverancia que se amerita para triunfar en la vida.
Una noche con el cielo despejado lleno de estrellas brillantes y mostrando una careta de luna llena, Alexa miró hacia arriba y contemplo cierto rato como hechizada por su belleza, de pronto cayó rendida en los brazos de Morfeo, “Dios de los Sueños” y su madre muy amorosa la llevó en su cálidos brazos hacia su habitación para descansar. Con un tierno beso en la mejilla, se despidió de ella.
Mientras tanto, las fuerzas del bien y del mal entraban en una pugna en su subconsciente, ingresando de esta manera a la cuarta dimensión, aquella en la que moran seres llamados ángeles, demonios y todas las almas que aun no encuentran la ansiada paz.
La tensión, el nerviosismo y el miedo se apoderaban de la mente de la niña.
De pronto, la noche se hizo más oscura, ella se encontraba en medio de un camino visualizando apenas en el fondo una casa. Decidió averiguar de que se trataba. Con paso firme se aproximaba cada vez más, se trataba de un castillo y al lado un árbol de aspecto tan tenebroso.
La situación no era amigable, se podía respirar un clima de tensión. Pero más podía su curiosidad en saber acerca de todo ello.
Abrió la puerta del castillo, todo en tinieblas, solo podía guiarse con la luz de un candelabro que encontró allí. Al levantar los ojos vio en lo alto de un ático una enorme mancha oscura que se movía, pero no podía distinguir que es lo que era.
Sintió un gran temor, desconcertada, no entendía el porque estaba dentro de aquel lugar; sin embargo, era atraída hacia su interior como un imán, era la noche que la hipnotizaba tan profundamente.
Ella continuaba su ingreso y halló entre los pasadizos un túnel en forma de caracol sumamente oscuro y escabroso. Escuchó que algo o alguien la llamaba, sin dudarlo descendió a través de éste, pero cuando se halló a mitad de camino se escuchó un estruendo. Eran llantos, lamentos y al girar la mirada hacia atrás, pudo observar que se trataba de horribles sombras de aquellos seres desventurados carentes de paz. Estas se acercaban cada vez mas rápido arrasando y destruyendo lo que a su paso se hallaba.
Alexa no dudó y corrió lo más veloz que pudo. Lloraba y pedía auxilio a su madre, pero estaba completamente sola ante una situación difícil. Entonces recordó que no debía dejarse vencer tan fácilmente, a ser valiente y perseverante si deseaba lograr algo. Su objetivo era salir sana y salva de aquel espantoso lugar. Tropezó muchas veces, sintió la soledad, observó hacia adentro y vió el mundo cada vez más oscuro, debilitado por el egoísmo, la ignorancia, las guerras, la pobreza y el desamor. Todo aquello la abrumaba y la perseguía. Finalmente descubrió una salida, se percato de un agujero de luz y con ella la esperanza de un nuevo despertar.
Salió de tan horrible túnel hacia un jardín, sintió en ese momento una mezcla de sentimientos, entre alegría y tristeza, pero junto a ella se extendieron los brazos de su adorada madre quien al despertar de tan fea pesadilla estaba a su lado. Un sentimiento de alivio embargó el corazón de la niña y cuyos labios expresaban lo siguiente: “Nunca más me sentiré sola, hoy sé que te tengo a Ti”.

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