martes, 4 de septiembre de 2012

CUENTO ENTRE UN AMANECER Y EL INVIERNO

Anoche, rosas en víspera por 30 de Agosto :
Día santo de Santa Rosa de Lima.
Fiesta dura, macanuda, de la Policía del Perú.


Salió mi espíritu al barrio. Y amanecí bailando
entre espumosas tranquilas. ¡Menos mal,
no corrió bala ni golpe! Tal vez, soy nadie, para matar.


A las 5.30 a.m.  Con llovizna celestina fui a mercados
de Lima, a tomar caldo de cabeza de carnero. No encontré.
Sólo caldo de gallina, con carne y fideos en ollas separadas.


Entonces, busqué caldo de lengua de vaca,
con molido rocoto con berenjena. Tampoco, conocían.
¡Cómo extraño a mi pueblo!  ¡Qué platos curando el frío!


Me salvó una esquina milagrosa. Ahí, bebí y comí
agua del río Rímac, con avena, maca, huevos,
Kiwicha, choclos, queso, miel de abeja viuda y algarrobina.


Mi conciencia se clarificó como el día despertándose.
Luego, enrumbé hacia brazos de mi Huaca. Subí saludando
a mi perro, mi loro y tortuga, que pedían para el pan.


Como gato envuelto en ceniza, me arrulló mi cuarto.
Pero, el sueño que me mataba, se fue. No sé a dónde.
Y, al leer el periódico, vi a Santa Rosa de Lima, que cocinaba.


Vi, tantos años viviendo amaneceres. Aquí y allá.
Tanto tiempo sin verla ... ¿Dónde estará?
Oía que la ciudad se levantaba, con ruidos, llanto y vejez.


En mi cama de tablas, como de Santa Rosa,
_ Pero, no por ser angelito cerca del cielo _
el amanecer, sin sueño ni palabras, pregunta por ella.


Ella, que abrigó mis inviernos cuando mi juventud ayer
se terminó. Yo, sin palabras ni sueño. Entonces, a solas, ...
escribo una carta, mirando sus ojos, sintiendo, cómo arde su piel!



                                         Víctor Castro Achuy
                                         Laredo. Trujillo. Perú.

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