martes, 3 de mayo de 2011

3 de mayo, dia de la libertad de prensa‏

LA LIBERTAD DE PRENSA DEL “FRANCOTIRADOR”
Escribe Ángel Gavidia

Me resisto a llamar libertad de prensa la que practica la mayoría de medios de difusión en el Perú cuyo espécimen paradigmático es El Comercio. Será libertad de empresa pero no de prensa. Porque libertad de prensa significa, en primer lugar, un acercamiento, lo más objetivo posible, a la verdad, independientemente de nuestros gustos. Y mucho más si esta libertad se ejerce en radio y televisión, por que estos medios utilizan las ondas electromagnéticas que pertenecen a todos los peruanos. Y ya que tanto se habla de propiedad, el mínimo respeto a esta, nuestra, propiedad debería reflejarse en el esfuerzo por mostrar la verdad. En la práctica, estos falsos adalides de la libertad de prensa, amedrentan a sus periodistas si estos se resisten a calzarse las anteojeras que los dueños de los medios de comunicación les ponen al frente. Patricia Montero, la talentosa periodista de canal N despedida por atreverse a informar sobre Humala, puede dar fe. Y, lamentablemente, ella es solo la punta del iceberg.

La realidad puede ser abordada desde distintas perspectivas. Cada medio, en su espacio editorial o de opinión, tiene derecho a expresar la ideología que lo anima. Pero estamos hablando de ideología, es decir del conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona o colectividad. Y en política, en donde la lucha por el poder se justifica en la medida en que se busca traer mayor felicidad humana (mayor justicia, menos pobreza, más equidad, más ciudadanía, menos exclusión, más salud), no debe disfrazarse ideología con el juego mezquino de intereses económicos coyunturales. Es decir, los medios de comunicación no debieran utilizarse para servir intereses de grupos económicos cuyos privilegios sienten peligrar.

Raúl Tola, en un valiente artículo aparecido en La República, dice: Trabajo como periodista hace 18 años, 12 de ellos en la televisión. En todo este tiempo he aprendido que para un hombre de prensa no hay peor infección que la autocensura, y que las amenazas más difíciles de capear provienen del interior de los propios medios y no de fuera. Y se pregunta ¿Cada vez que propalemos una noticia deberemos hacerlo tomando en cuenta lo que los propietarios consideran “el bien del país”, es decir la candidatura de Fuerza 2011? ¿No es nuestra obligación informar sin consideraciones de esta naturaleza, respondiendo solo a nuestras conciencias, a los principios rectores de la profesión, a los lectores y televidentes, y no a intereses subordinados? Termina su artículo diciendo: Como muchos colegas de canal N y América Televisión, pienso que el silencio no es una alternativa. Hay que seguir hablando mientras se pueda. Para eso somos periodistas y no veletas.

Mirko Lauer, en su columna diaria, viendo que la contratación de Jaime Bayly lleva la consigna de clavar toda la verba de este pintoresco hombre de televisión y exitoso escritor en la yugular de Ollanta, protesta por el evidente desequilibrio a favor de Keiko Fujimori . Un canal de televisión no es una chacra, dice. Y tiene razón. Pero esa es la libertad de expresión que agrada a los dueños de dicho canal. Y no la libertad de darle a Hildebrandt un espacio, por ejemplo. Lo correcto dice Mirko es que contraten a los dos. Pero esas son sutilezas que no cuentan en la defensa de la libertad de prensa de los dueños o socios mayoritarios de este canal.

El sesgo lesiona gravemente la verdadera libertad de prensa. Se impone la libertad de empresa. Y lo indignante es que este favoritismo descarado se da en el espacio aéreo de todos los peruanos y yo, humildemente, soy uno de los millones de electores que votó por Humala.

Yo no sé cuando llegó a usarse como sinónimo estas dos libertades: la de prensa y la de empresa. O más precisamente, cuando los empresarios de los medios maquillaron la libertad de luchar por sus intereses económicos hasta confundirlo con el rostro del que busca la verdad, del que narra los hechos objetivamente, incluso, a pesar suyo. Pero lo hicieron muy bien. Tanto que objetar esta conducta supone la excomunión inmediata. Qué lejos Aristóteles: Soy amigo de Platón pero soy más amigo de la verdad. Qué lúcido Vallejo: ¡Y si después de tantas palabras/ no sobrevive la palabra!/ ¡Si después de las alas de los pájaros,/ no sobrevive el pájaro parado!/ ¡Más valdría, en verdad,/ que se lo coman todo y acabemos!. Sí, pues, más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos.

Esa es la otra gran tarea de una sociedad nueva: la de devolverle el contenido a las palabras. La de obedecer al viejo mandato o de llamar al pan, pan ,y al vino, vino. A pesar de las iras no santas de los interese económicos que pretenden hacernos leer y escuchar lo que ellos quieren y no lo que realidad dicta.

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